Ohmar con H y el universo íntimo de “Margo y las Pequeñas Galaxias”

El debut de Ohmar con H no pasa desapercibido. “Margo y las Pequeñas Galaxias” es un manifiesto musical que pulsa entre la distorsión del indie rock, la crudeza del punk y una melancolía que se siente profundamente humana. Con ocho canciones que se mueven entre la nostalgia y la emoción, el músico peruano abre una nueva etapa en su carrera, una que refleja años de búsqueda, crecimiento y conexión con lo más esencial de su identidad artística.

El álbum brilla por su honestidad sonora. Las guitarras ruidosas, las líneas de bajo que respiran libertad y las baterías sin retoques digitales construyen una atmósfera orgánica y emotiva, muy alejada de la artificialidad del pop moderno. Ohmar juega con texturas de indie punk, balada, noise y hasta folk, dando forma a un sonido alternativo que se siente propio. La voz, entre la calma y el desgarro, guía las canciones por un viaje emocional que aborda la juventud, las pérdidas, los sueños rotos y la necesidad de reencontrarse.

Margo, su gata, se convierte en símbolo y punto de partida. Más que una mascota, representa la promesa de cumplir los sueños compartidos, de mantener viva la chispa que impulsa la creación. Esa presencia silenciosa impregna el álbum de ternura y sentido, convirtiéndose en el hilo invisible que une las pequeñas galaxias que Ohmar canta: momentos, recuerdos, fragmentos de vida que orbitan en torno a una misma búsqueda.

La producción de “Margo y las Pequeñas Galaxias” estuvo a cargo del propio Ohmar Cachay Limache, con la colaboración de Richard Ángeles, Renzo Galessio y José Becerra en la mezcla y producción adicional. Las grabaciones se realizaron en Desmantelado Estudio y Estudio Betamax, mientras que Enzo Pastor (batería) y Alejandro Martínez Ruiz (bajo) acompañaron al artista en vivo. La portada, creada por Lazoboy, captura visualmente la esencia del disco: un caos cósmico lleno de emociones, ternura y fuerza.

Margo y las Pequeñas Galaxias no es solo un debut: es una declaración. Una carta abierta a quienes encuentran en la música un refugio, un espejo o un impulso para seguir soñando. Un recordatorio de que, incluso en el ruido, hay belleza; y que entre la distorsión, a veces, también late la calma.

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