¿Te gusta la calle? Esta cumbia es para ti: Bareto y Nero Lvigi presentan «Perro Calato»

Lima no tiene un solo rostro. Sus calles resquebrajadas y avenidas en eterno frenesí están llenas de voces que rara vez encuentran espacio en los discursos oficiales. «Perro Calato», la nueva pieza de Bareto junto a Nero Lvigi, viene desde esa esquina de la ciudad donde la supervivencia no es un acto de heroísmo, sino el pan de cada día. Un perro sin dueño, un espíritu errante que se abre paso entre el asfalto caliente, los bocinazos y la indiferencia. La cumbia, con su cadencia implacable, es el vehículo perfecto para contar esta historia de calle, donde la psicodelia se filtra entre guitarras hipnóticas y un bajo que camina con hambre.

Desde el primer golpe de percusión, el tema se siente urgente, sin adornos ni pretensiones. La cumbia de Bareto sigue siendo bailable, pero aquí hay una aspereza inusual, una crudeza que se potencia con la intervención de Nero Lvigi. Su flow, afilado y sin tregua, se desliza sobre el ritmo con la naturalidad de quien ha crecido entre esquinas y paraderos. La voz del rapero es la del perro sin amo, el que conoce los atajos y las cicatrices de la ciudad. «Perro Calato» no se detiene a idealizar la marginalidad; la expone con todas sus luces y sombras, con el descaro de quien ya no espera nada del mundo.

La producción del tema refuerza esta estética de urgencia. El scratch de DJ Praxx irrumpe como un cuchillazo, la percusión golpea con la dureza del concreto y el teclado se enreda en un trance que evoca la cumbia villera. Hay momentos en los que la instrumentación parece estar al borde del caos, como si la canción misma estuviera a punto de perder el control. Es ahí donde reside su magnetismo: en la sensación de que en cualquier momento todo puede desmoronarse, pero sigue avanzando, testaruda, con la determinación de quien se niega a quedarse en el camino.

El imaginario del perro callejero no es gratuito. En una ciudad donde la pobreza es condena y la indiferencia es norma, la figura del animal sin dueño resuena como una metáfora feroz. No hay sentimentalismo aquí, tampoco victimización. «Perro Calato» no busca lástima, solo mostrar lo que ya está ahí: una Lima que se mueve al ritmo de su propia lucha, que no necesita validación para existir. Bareto y Nero Lvigi han construido un retrato sonoro que no embellece la crudeza, pero la transforma en ritmo, en pulso callejero.

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